Dicen que ahora los teléfonos son “inteligentes”, pero
parece que sus dueños no lo son tanto.
Ya casi resulta imposible hablar con alguien durante cinco
minutos, sin que la charla se interrumpa varias veces por culpa de un llamado o
un mensaje. Y ni siquiera se disculpan por la interrupción, directamente te
dejan colgado a mitad de una frase, clavan los ojos en la pantalla del teléfono
y se transportan a una especie de realidad paralela. (Realidad paralela que no
te incluye, claro).
Si vas a un recital y no tuviste la suerte de pagar para
estar en la primera fila, lo único que vas a ver, es la pantalla de cinco pulgadas del subnormal que tenés adelante. (Y en medio de una multitud, y
siendo minoría, no es muy recomendable tocarle el hombro al subnormal y decir: -
Disculpame, yo pagué para ver el espectáculo, no para ver ¡TU TELÉFONO!)
Si vas a un cumpleaños te vas a perder el momento en que el
homenajeado sople las velitas, porque el cumpleañero quedará sepultado bajo una
multitud de aparatos filmadores de todo tipo y tamaño. (El colmo lo vi en el último
cumpleaños al que asistí, el propio homenajeado se filmaba a sí mismo, mientras
soplaba las velitas).
Se supone que entre otras cosas, el placer de ir a comer a un
restaurante, pasa por disfrutar de un buen plato de comida. Error. El placer
pasa por sacarle varias fotos al plato de comida, elegir la mejor, subirla a
una red social y no sacar la vista de la pantalla del teléfono hasta que
alguien comente la bendita foto. (Ese es otro ámbito en el que uno queda como
un desubicado si dice: - Disculpame, pero me parece que se te está enfriando la
comida).
Hasta no hace mucho tiempo, si te separabas, dejabas de ver
a tus ex parejas. Pero las cosas han cambiado, ahora las ex parejas están por
todas partes.
- ¿Amor, quiénes son esos que te mandan mensajes todos los
días?
- ¡Ay, vos siempre igual, no seas tonto! ¡Son amigos!
Inevitablemente, durante mi adolescencia, estuve muy
pendiente del aspecto físico de las chicas que me gustaban. Después, con el tiempo,
me di cuenta que un buen cuerpo no hace mucha diferencia. Entonces busqué por
el lado de "la inteligente", pero descubrí que eso tampoco es importante. Pensé
que había encontrado el equilibrio justo, cuando imaginé que por sobre todo,
tenía que buscar a una buena persona. Pero no, eso tampoco es importante. Ahora ni siquiera me preocuparía estar en pareja con una
mala persona. Lo único que quiero, lo único que me importa, es que no tenga un smartphone.