Durante estas últimas semanas, cada vez que escuché hablar
sobre la desaparición del vuelo MH370 de Malaysia Airlines, recordé el cuento
de Hernán Casciari, “Diario de amor durante una catástrofe”. Más que nada por
la cantidad de incoherencias que se han dicho, que explotó, que fue
secuestrado, que fue el piloto, que lo derribaron, que fueron los OVNIS… Todo
eso y más, repetido hasta el hartazgo, llenando horas y horas de reportajes a
supuestos expertos, pilotos, investigadores, columnistas y chamanes, que han hablado
hasta por los codos, sin tener la más mínima idea de lo que sucedió en realidad.
Todo muy parecido, pero muy parecido, a como lo describe Hernán en su cuento, cuando
desaparece África.
1º DE DICIEMBRE. Ya ha pasado una semana desde la
desaparición de África y sigo sin sentir dolor por el destino del mundo. Estoy
harto de que nadie piense en retomar el curso de la vida, harto de que no se
oiga hablar de otra cosa en la prensa, en la calle, en la televisión. África
por aquí, África por allá... La desaparición del continente es un tema importante,
pero no entiendo cómo se las arregla la gente para cotorrear día y noche sobre
un asunto del que nadie sabe qué decir. En otro orden de cosas, Soledad no me
ha llamado.
2 DE DICIEMBRE. Desde la catástrofe no ha pasado nada nuevo.
Sólo se sabe que el continente africano, junto a sus setecientos millones de
habitantes —la cifra es todavía parcial— ha desaparecido de un segundo para el
otro. No se ha hundido; tampoco ha explotado. No han quedado las ruinas de
nada. Lo único cierto es que África ya no está. Los satélites no la ven (yo
tampoco puedo ver a Soledad Lira). Donde alguna vez supo haber una masa enorme
de tierra con animales, hombres, vegetación, cultura, ciudades, etcétera, ahora
hay únicamente agua.
4 DE DICIEMBRE. Amo a Soledad Lira porque tengo memoria. Me
pasé todo el día de ayer leyendo algunas de sus cartas y tuve una certeza: todo
se reduce a la memoria. El que no tiene memoria vive alzado, igual que los
trabajadores de la construcción; el que tiene un poco de memoria se enamora,
pero a un nivel oficinista de banco estatal; y el que más memoria tiene se
enamora menos veces en la vida, tres o cuatro, pero en serio y sin más remedio.
Debería empezar a quemar sus cartas.
4 DE DICIEMBRE, POR LA NOCHE. Hablando de cartas. En los
correos de la Tierra se han catalogado ya ciento quince mil sobres y
encomiendas con destinos ahora imposibles de hallar. Correspondencias que
debían enviarse a África. No lo sé con seguridad, pero algunas de esas cartas
deben ser cartas de amor.
6 DE DICIEMBRE. Hoy ha aparecido otra vez una viñeta de
humor en el periódico donde escribo. Fueron muchos días sin que se publicara la
página de chistes, días de luto tras la tragedia. Hoy por fin han puesto uno.
"Hay que verlo por el lado bueno", dice el personaje del chiste mientras
mira un mapa, "hemos acabado con el hambre en el mundo". A nadie le
ha causado gracia. Han llegado cientos de cartas de lectores quejándose. La
gente está muy sensible.
7 DE DICIEMBRE. Sigo sin poner un pie en la redacción. El
director quiere que escriba algo sobre África; cualquier cosa. Mis editores
tratan de conocer, hasta por teléfono, mi postura. "Desde hace dos semanas
mi postura es la horizontal", les he dicho. No quiero escribir. Los
intelectuales, en estos días, opinan bajo los efectos de la autokinesis; es
decir: no logran sacar conclusiones propias si están alejadas de la influencia
de una norma social de grupo. Ningún periodista tiene la libertad de postular
que la catástrofe africana ha sido menos cruenta que los últimos cien años de
África como territorio hambreado. Esa es mi excusa para no escribir. La
verdadera razón se llama Soledad.
9 DE DICIEMBRE. El amor son unos datos que van de la cabeza
al cuerpo, y que nos dicen por dónde nos pasa la perfección del placer, de la
seguridad espiritual y de la belleza. Qué queremos siempre, qué queremos dos
por tres, y qué querríamos solamente un rato. También el amor nos aclara qué no
quisiéramos nunca. Amo a Soledad porque la recuerdo. El que no guarda memoria
sobre estas informaciones lo que quiere es emprenderla contra algo, y lo mismo
le da una señorita o medio kilo de pescetto. A propósito de alimentación. Hoy
hice zapping por un canal de cocina para no escuchar sobre África. Me topé con
un cocinero. Decía que, tras la desaparición, se perdieron para siempre
cuarenta y cinco condimentos que sólo se producían en el continente perdido.
11 DE DICIEMBRE. Según un censo aproximado han desaparecido
40.000 europeos, 25.000 asiáticos, 18.000 americanos de las tres Américas y 900
australianos que residían o vacacionaban en el continente el 24 de noviembre.
13 DE DICIEMBRE. El teléfono me está volviendo loco. Rechazo
todas las propuestas para escribir o aparecer en la radio; al principio con
cortesía, y de tres días a esta parte sin ninguna diplomacia. Me resultaría mucho
más cómodo desconectar el aparato, pero en el fondo espero que suene el
teléfono y que del otro lado Soledad me pida perdón.
14 DE DICIEMBRE. He hablado con mi madre. Está convencida de
que la desaparición de África es la primera de las siete plagas que azotarán al
mundo antes del gran Juicio. Me lee por teléfono un pasaje del Apocalipsis:
"El primer ángel derramó su copa sobre la Tierra, provocando una llaga
maligna en todos los hombres que llevaban la marca de la bestia". Para
ella, esa marca no es otra cosa que la tez negra de las víctimas. Mi madre cree
que las siguientes seis plagas castigarán al mundo en breve, por orden
alfabético: primero África, y luego América, Asia, Europa, Oceanía, el Polo
Norte y el Polo Sur. Quise explicarle que Dios difícilmente organice el castigo
divino con burocracia alfabética. No entiende razones.
15 DE DICIEMBRE. Las noticias de los diarios, a dos semanas
de la desaparición, son cada vez más escandalosas. Los periodistas, cuando no
tenemos nada para decir, nos convertimos en loros infames, en malos escritores
de ficción. Mi raza, los columnistas de opinión, somos los peores.
15 DE DICIEMBRE, POR LA NOCHE. En realidad no hay una sola
profesión que se salve de la vergüenza. Cada cual lleva la explicación al
terreno que le conviene: los científicos aventuran razones científicas, los
religiosos acomodan las escrituras para encontrar argumentos de fe. Los
esotéricos revisan las estrofas de Nostradamus y, oh sorpresa, encuentran
vaticinios puntuales. Y los periodistas recogen todas las voces, las editan sin
orden y ofrecen cada porción de estupidez como si se tratara de una gran
exclusiva. Pero a la pregunta más simple, a la pregunta que se hace un niño de
siete años ("papá, ¿a dónde se fue África?"), a esa pregunta, nadie
la puede contestar.
16 DE DICIEMBRE. He estado todo el día haciendo guardia
frente a la casona de San Fernando. Soledad no ha salido, pero sé que está
dentro. El coche de Iván no está en la calle ni en los alrededores, pero podría
estar guardado en el garage. No sé si están juntos, no sé si Soledad está con
alguien, pero cada vez que cierro los ojos me la imagino acompañada. Intento no
cerrar los ojos.
17 DE DICIEMBRE. Ahora todo el mundo sabe que África tenía
el río más largo del mundo. Datos fríos, intrascendentes, que hasta el 24 de
noviembre eran apostillas en los manuales de escuela primaria, ahora están en
boca de la gente culta. La prensa se ha convertido en una enciclopedia barata.
18 DE DICIEMBRE. África desapareció a las 4:35 de la
madrugada de Nueva York, según la versión fotográfica de los satélites
meteorológicos. Es decir, a las once y media pasadas del 24 de noviembre
africano. Un segundo antes, los alumnos de Bujumbura entraban a clase sin saber
que todo dejaría de existir. Las amas de casa, en Camerún, estaban a punto de
preparar el almuerzo. Los cabeza de familia de Pretoria se disponían a regresar
a casa desde sus empleos mal pagos cuando aquello —que no tiene nombre—
ocurrió. Yo llamaba por quinta vez a Soledad para pedirle una explicación, y
ella no me respondía. Faltaban dos segundos para que un pelotón de guerreros
hutus fusilara a un pastor tutsi en un campo clandestino de Ruanda. Un avión de
pasajeros despegaba, en ese instante, desde el aeropuerto de Banjul rumbo a
París. Un adolescente blanco besaba a una chica zulú, sin que le importara la
mirada de un guardia civil, en una plaza de Yemena, y un chiquito sin
esperanzas había conseguido una raíz tierna para calmar el estómago, en un
suburbio de Addis Abeba, cuando llegó lo que nadie puede explicar.
18 DE DICIEMBRE, MÁS TARDE. En la Comunidad Europea se
debate si las inmigrantes africanas pueden dar a luz en las embajadas para que
sus hijos tengan nacionalidad continental. La polémica ha surgido a raíz de un
pedido formal de una mujer embarazada, esposa del cónsul nigeriano en
Washington, que ha acabado atrincherándose en el sótano de su edificio
diplomático para parir. Los legalistas de las Naciones Unidas, sin embargo, aún
no se ponen de acuerdo: ¿puede alguien, luego del 24 de noviembre, tener la
nacionalidad de un sitio que ya no existe? ¿Siguen siendo, las embajadas y los
consulados africanos, parte de un territorio llamado África? ¿Con quién pasará
Soledad Lira la Navidad?
19 DE DICIEMBRE. Las mujeres, que en realidad son cuatro o
cinco, tienen la desventaja de llamarse de mil maneras distintas. La memoria en
realidad ayuda a encontrarles el verdadero nombre, la contramarca (para hablar
en términos ganaderos), escondida detrás de la multiformidad y de la cosmética.
Soledad no es mejor que muchas, y es peor que algunas. El problema no es ése.
El problema es que ya no es mía.
20 DE DICIEMBRE. Hoy estuve en el centro y vi, en plena
peatonal, un grupo de personas rodeando a un negro, seguramente uruguayo. Lo
abrazaban con dolor, le daban las condolencias y el pésame. Las señoras bien,
que hasta el 24 de noviembre se cruzaban de vereda cuando veían venir a este
negro, ahora lo persiguen y quieren tocarlo, como si estuvieran fotografiando a
un koala.
21 DE DICIEMBRE. Me he pasado otra vez la noche marcando el
número de Soledad Lira para escuchar su voz grabada en el contestador. Después
me he escondido a cincuenta pasos de la casona de San Fernando, hasta que se
hizo de día, para espiar si entraba o salía Iván Terranova del brazo con ella.
El mundo entero —mi madre incluida— se imagina el juicio final, el fin de los
tiempos; yo me imagino a Soledad, en la que fue nuestra cama, con Terranova
encima.
23 DE DICIEMBRE. Noticias que leo en la prensa, mientras
hago guardia en San Fernando. Un buque francés que investigaba en aguas
africanas, buscando restos o huellas, ha desaparecido ayer (lo dice Europa
Press), y ninguna otra embarcación está dispuesta a adentrarse al lugar para
buscar a los tripulantes perdidos. Ésta es de EFE: Las sectas con raíces negras
ganan adeptos, y los suicidios provocados por el pánico, en diferentes puntos
del planeta, son frecuentes. Y una última: según un estudio de la Unesco,
durante las semanas posteriores a la desaparición se acrecentó en un 40% el
pedido en adopción de niños negros por parte de familias blancas. El porcentaje
aumenta a un 52% en países arios como Suecia, Alemania o Dinamarca, y en un 60%
en Japón.
24 DE DICIEMBRE, POR LA NOCHE. La gente compra sus regalos
de Navidad sin sonreír. Hoy he vuelto a la calle, con un gesto dolorido y
grave, a tropezarme con los demás. Nadie puede distinguirme del resto de la
gente, que también va por la calle con la mirada vacía. Cada hombre decente de
este mundo está acongojado igual que yo, pero no porque Soledad Lira los haya
borrado de la memoria, sino porque África, hace ya un mes, ha dejado de existir.
No entiendo por qué Soledad Lira ya no me ama, si lo más lógico es que me ame.
No sé por qué África ha desaparecido. Ni siquiera sé si Soledad, dentro de unos
minutos, cuando den las doce campanadas y levante la copa, estará pensando en
mí.
Para serte sincera, lo primero que me salió cuando terminé de leer fué "Gracias".
ResponderEliminarUn texto increíble, una historia bellísima y un hombre algo perdido.
En medio de todas las catástrofes siempre hay una historia de amor, o en este caso, de desamor.
Con respecto al vuelo de Malysia, ya ni me molesto en ver las noticias, con tanto delirante andando por ahí, para qué hacerlo? Me gusta la idea de pensar que desapreció, así de simple y de sencillo, que no fué una intervención humana, un ataque terrorista, un suicidio en comunidad. Simplemente desapareció.
Besos muchos Dan!!
¡Hola, Dan!!! Me encantó la asociación ¡Qué grosso! Tengo un nudo en la garganta con el relato en forma de diario íntimo. Cuántas veces la realidad circundante para todos no es la misma, o sí, y nos sirve de trampolín de recuerdos propios ( ¿ajenos?) que ya son sólo historia de un adiós, de un porqué, de un no sé.
ResponderEliminarEs un grande el gordo, a mi me encanta como escribe. Y en particular este relato tiene algo, no sé que es, pero tiene algo que está más allá del relato. (Y si, nudo en la garganta, el gordo tiene eso, te estás riendo de lo que cuenta y al párrafo siguiente se te llenan los ojos de lágrimas).
EliminarEsta parte es alucinante, las vueltas que le he dado a este párrafo, y no tiene fisuras, es simplemente perfecto: "El amor son unos datos que van de la cabeza al cuerpo, y que nos dice por dónde nos pasa la perfección del placer, de la seguridad espiritual y de la belleza. Qué queremos siempre, qué queremos dos por tres, y qué querríamos solamente un rato. También nos aclara qué no quisiéramos nunca"
Beso grande!
Es tremendo cuando uno es parte de la tragedia, y ves como todo el mundo es capaz de opinar y decir tonteras de lo que a vos te duelo en lo profundo. Por que un duelo, de ese estilo, es un duelo que tarda mucho mas en cerrar.
ResponderEliminarMe encanta. Ese diario refleja exactamente qué pasa por la cabeza de una persona enamorada a la que le han roto el corazón. De cómo el resto de cosas peores o mejores, que puedan pasar a su alrededor le influyen lo más mínimo, de cómo la única palabra que pasa por su mente es SOLEDAD. Y de esa reacción de la gente ante desgracias como esta supuesta de la desaparición de África; si algo así ocurriera todos dirían "pobres negritos", sin embargo, ahora, que más da...el mundo está acostumbrado a que ellos son los muertos de hambre y el resto los privilegiados ( generalizando, obviamente).
ResponderEliminarGracias por compartir el diario. :)