16 de julio de 2012

El hombre de los ojos hermosos


Cuando éramos niños, había una casa extraña. Siempre tenía las persianas echadas y nunca oíamos voces dentro.
El jardín estaba lleno de bambú. Nos gustaba jugar en el bambú. Jugábamos a ser Tarzán, aunque no había ninguna Jane.
Y había un estanque muy grande con los peces de colores más enormes que haya visto. Y estaban domesticados. Venían a la superficie del agua y comían trozos de pan de nuestra mano.
Nuestros padres nos habían dicho: "Jamás se acerquen a esa casa". Así que, claro está, íbamos… Y nos preguntábamos si alguien vivía allí…
Pasaron semanas sin que viéramos a nadie. Y un día oímos una voz desde la casa: “¡Maldita puta!" Era la voz de un hombre.
Entonces se abrió la puerta mosquitera de la casa y el hombre salió. Llevaba en la mano una botella de Whisky. Tenía unos treinta años. Llevaba un puro en su boca. Iba sin afeitar. Su pelo estaba revuelto y despeinado e iba descalzo, en camiseta y calzoncillos. Pero le brillaban los ojos, llameaban de luminosidad, y dijo: "Hola caballeritos, lo están pasando bien, espero." Luego soltó una risita y volvió a entrar en la casa.
Nos fuimos, volvimos al jardín de mis padres y pensamos en ello. Decidimos que nuestros padres no querían que fuésemos allí porque no querían que viésemos jamás un hombre así. Un hombre fuerte y natural, con ojos hermosos. A nuestros padres les daba vergüenza no ser como ese hombre, por eso no querían que nos acercásemos.
Pero volvimos a la casa, con el bambú y los peces domesticados. Fuimos muchas veces durante muchas semanas pero nunca volvimos a ver u oír al hombre. Las persianas estaban echadas, como siempre y todo estaba en silencio.
Entonces, un día al volver del colegio, vimos la casa.
Había ardido. No quedaba nada, sólo los cimientos humeantes, negros y retorcidos. Nos acercamos al estanque y no quedaba agua en el, y los grandes peces naranjas estaban allí muertos, secándose.
Volvimos al jardín de mis padres y hablamos de ello. Y decidimos que nuestros padres habían quemado la casa. Los habían matado. Habían matado los peces porque eran demasiado hermosos. Hasta el bosque de bambú había ardido. Habían tenido miedo del hombre de los ojos hermosos.
Y entonces tuvimos miedo de que durante nuestras vidas sucedieran cosas así. De que nadie querría que otra persona fuese fuerte y hermosa de esa forma, de que los demás no lo permitirían, y de que muchas personas tendrían que morir.

Charles Bukowski

5 comentarios:

  1. Que relato tan crudo... Me recordó tantas cosas, a una sociedad entera cortando alas, haciendo de los unicornios caballos, callando bocas y encerrando a los valientes que se atreven a ser por temor de que desenmascaremos las apariencias.
    Gracias por compartir el texto. Me gustó.

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    1. Gracias a vos, me gustó tu comentario. Es bueno recordar esas cosas. Beso!

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  2. Este texto es muy lindo.
    ¡Bienvenido a Carne con Alambre, Dan! ¡Es un gusto leerte!
    ¡Saludos y gracias por pasar!

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    1. Gracias Guillermo!
      Es un gusto leer a Bukowski en este caso...
      Paso por Carne con alambre... Paso...
      Gracias!

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  3. Me gusto demasiado y me pareció muy interesante, bastante diría yo.
    te molestaría visitar mi blog y decirme que pinas al respecto?
    http://miuniversoentero.blogspot.com.ar/ me harías un gran favor :p

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