Es viernes, es tarde y en la calle hace mucho frío. Estoy cansado y tengo hambre. (Y estoy desahuciado y tengo miedo, pero eso es algo normal en mí -ni hace falta que lo mencione-) Apuro el paso porque quiero llegar a casa lo antes posible. ¿Pero llegar, para qué?
Hago un repaso mental de lo que me espera: Pararme al lado de la estufa, bien. Comer algo, bien...
Pero parece poco para un viernes a la noche, entonces no tardo mucho en descubrir que esa pequeña parte de mi futuro, será una cagada. Aflojo el paso, ya no quiero llegar a ninguna parte.
Cruzando Acoyte veo la librería "Yenny", la vidriera está iluminada, parece que todavía no cerraron. ¿Un libro? ¡Si, un libro!
Apuro el paso otra vez -hay que ver con que poco me entusiasmo-. Llego a la puerta y la empujo… Un guardia con aspecto de patovica de jardín de infantes empuja la puerta en sentido contrario. El enano apoya la boca en el poco espacio que queda entre la puerta y el marco y dice:
- ¿Pibe, no ves que está cerrado?
(Si me decía "Señor" lo mandaba a la mierda)
- Pepepepero la puerta está abierta…
- Si, pero está cerrado.
- Pepepepero quiero comprar un libro…
- Si, pero ya cerramos.
Dicen que tengo una mirada muy expresiva, demoledora, convincente. Cargué mis ojos con toda la emotividad posible y disparé:
- ¿No me dejás pasar?
- Dale, pero vas directo a la caja, está cerrado.
(¡Ay! Si confiara un poco más en mis poderes, sería capaz
de conquistar naciones enteras con sólo mirarlas)
Voy casi corriendo hacia los estantes… Novelas, novelas… ¡¿Dónde están las novelas?!
Se apagan las luces del salón. (Esta debe ser gente “normal” y deben tener planes para el viernes a la noche, están apurados, no entienden que la felicidad en mi futuro inmediato depende de un libro)
En la penumbra alcanzo a distinguir un lomo de color rojo que se destaca del resto, podía ser un tratado de álgebra elemental o el Kamasutra. Ya no hay tiempo ni luz suficiente para leer el título, a la carrera me llevo el libro de lomo rojo a la caja y la cajera me lo saca de las manos.
Tac tac tac en el teclado de la caja… tac tac tac; tac tac tac; tac tac tac…
- ¡¿Jorge, acá ya cortaste el sistema?!
(Le grita la cajera a alguien que nunca ví)
- ¡Si, ya lo corté, decime el título que lo facturo acá!
- ¡"Váyanse todos a la mierda, dijo Clint Eastwood",
de Néstor Barron!
El amanecer del sábado me encontró sumergido en la lectura de una novela apasionante, y no paré de leer hasta que llegué al final, cerca del mediodía.
Lo peor que tiene una buena historia, es que en algún momento se termina.
…“Alguien como yo”, dice ella. Que a los 20 años, además de un exterior invencible, tenía ya una deliciosa hipercerebración que le hacía escupir dos o tres ideas por minuto, todas ellas estructuradas desde una visión del mundo por completo original, que lo ponía todo patas para arriba dentro de un sombrero de bruja y allí lo agitaba produciendo nuevas criaturas calidoscópicas que, sin embargo y por estar hechas de materiales cotidianos, cualquier idiota e incluso un empleado podían reconocer. Y ante las que todos -empleados, genios, chamanes o funcionarios públicos- quedaban haciendo “blerwm blerwm” con los dedos tamborileando en los labios.
Dos años después, se recibía de abogada. Y las escenas que escribía para televisión, de haber llegado a manos del productor de alguna serie de Sony, le hubieran reportado millones. Leía a Nietzsche mientras miraba “South Park”. A los 23 años cantaba en un coro celta, bailaba salsa en un grupo cubano y empezaba a trabajar en el estudio de derecho tributario más importante de Sudamérica. Ahora a los 26, cuando la llamé por teléfono para que nos encontremos, me contó que pronto se recibirá de traductora de chino… “Alguien como yo”…
“¿Te acordás de aquella noche que esperábamos el colectivo en Córdoba y Rodríguez Peña, y de repente pasó un peruano que nos miró desencajado y nos dijo que los dos íbamos a acabar en el infierno? Al final no terminamos de arder nunca. Hubiera sido mejor. Mucho mejor…”
Y ni siquiera me liberó la muerte, vieja hija de puta. Está bien, hubiera sido mejor entonces, claro. Hubiera sido mejor cuando yo te escribía poemas y vos los leías en el colectivo, y querías reírte pero llorabas y por eso nunca podías leer la última línea. Cuando vos tenías 20 años y por eso yo también tenía 20 años, y nos quedábamos horas enteras hablando parados casi en la esquina de Rodríguez Peña, con mi mochila colgada en la ventana de esa casa abandonada a la que una noche, inexplicable y mágicamente como en un cuento inglés, vimos entrar de pronto a un cura.
En aquellos días yo era un Golem (1) tirado sobre una mesa de madera olvidada en la trastienda de la vida, con un cartel en la frente que decía “Met”, el muerto para siempre y nunca jamás, y llegaste vos y me dibujaste la letra que faltaba, y el cartel dijo “Emet”(2), verdad, vida que vuelve, libertad del renacimiento. Y el Golem se descascaró todo, y bajo el barro estaba yo sonriente y luminoso, porque un Cristo femenino y más judío que nunca me había tocado con su cabellera milagrosa y rubia.
Hubiera sido mejor seguir los secretos de la Cabala que tan fácil me resultó descifrar a mí, el viejo niño con un mapa a tu medida, y a vos, la pequeña princesa judía que quería aprender a construir una catedral, y sabía que yo sabía de memoria el manual de origami psicodélico.
Pero me equivoqué, princesita. Te convencí de que eras Juana de Arco, sólo para después pretender salvarte de la hoguera. Eché un balde de hielo a los maderos que ya ardían y salí corriendo hacia otras noches y otros días, salí corriendo como un ladrón llevándome toda la vida que me habías devuelto y regalado.
Desde entonces, cada vez que veo una hoguera me zambullo en ella para buscarte. Para decirte que sí, que hubiera sido mejor cumplir juntos la profecía del peruano desconocido, arder juntos en nuestro infierno tan amado, porque sólo allí hay vida, porque la paz es la muerte en otras palabras...
Néstor Barron
(1) Golem: En el folclore medieval y la mitología judía es un ser animado fabricado a partir de materia inanimada. Como Adán, el Golem es creado a partir del barro, insuflándole después una chispa divina que le da la vida.
(2) En muchas historias el Golem lleva grabadas palabras mágicas o religiosas que le dan vida y lo mantienen animado. Grabando los nombres de Dios en su frente, o bien la palabra 'Emet' ('verdad' en lengua hebrea). Al borrar la primera letra de 'Emet' para formar 'Met' ('muerte' en hebreo) el Golem podía ser destruido o desactivado, quedando solamente su cuerpo de barro inerte.