22 de mayo de 2012

Ella preguntó por qué


Porque conozco el frío siniestro de algunas miradas
Y el dibujo preciso de las caricias que salvan
Porque sé de heridas que sangran  
Y de cuerpos con bellas cicatrices

Porque busco y no encuentro
Y sé de paciencias perdidas y de reencuentros
Porque puedo y no quiero
Y sé de amores eternos y de extravíos

Porque conozco el mágico hechizo de algunas miradas
Y el embrujo perverso de las manos que asfixian
Porque sé de corazones que matan  
Y de almas con bellas cicatrices


9 de mayo de 2012

Tormenta

Primero es un murmullo, luego un silbido y ahora un rugido irreconocible que aumenta en oleadas cada vez más violentas. 
Golpes secos, latigazos, cascada de vidrios rotos, remolino de hojas y papeles, danza de cortinas blancas, sombras deformadas por lámparas bamboleantes.
Tierra, tierra que entra por las ventanas abiertas, por las que se esperaba solamente un poco de fresco. Tierra con hojas, palitos, pelusa, flores, pelo, lana, briznas de pasto. 
Tierra, que se mete en los ojos, que reseca la boca, que ensucia la ropa y los muebles; viento que golpea las puertas, que chista, que gime, que aúlla. 
Estrépito de carros, de tanques de guerra, de gigantescos derrumbes, de catástrofes cósmicas; precedido de ráfagas azules deslumbrantes, que se clavan en el horizonte por un segundo visible. 
Lluvia, lluvia torrencial, desmadrada, arrasadora, limpia, fría, olorosa; olor a tierra mojada, a plantas y flores, a perro y a bicho, a fresco, y a frío. Lluvia pareja, calma, serena, repiqueteo monótono que se apaga, colores esfumados, claridad, silencio, paz.

Diana Pesoa 

6 de mayo de 2012

Filosofía subterránea

(Domingo 6 de Mayo, 11:15 am, línea A de subterráneos, estación Río de Janeiro, dirección al centro). Bajo por la escalera y cerca de un banco, veo a dos borrachos sentados en al piso -casi desparramados- contra una de las paredes del andén. Dos morochos de unos treinta años, a uno le falta un zapato, el otro tiene el cinturón del pantalón colgado del cuello, como si fuera una bufanda. Cada uno abraza un bolso azul, como si en eso se le fuera la vida, con la misma desesperación con que se agarra un salvavidas. Hablan a los gritos, prolongando el sonido de cada consonante, como lo hacen todos los borrachos. (Y estos están muy borrachos). No tuve más remedio que oír:
                   
Borracho 1: ¿Por qué siempre me encuentro con gente que piensa distinto que yo?
Borracho 2: Porque todos tenemos distintas personalidades.
Borracho 1: Entonces la vida es una mierda, estamos destinados a pelearnos.
Borracho 2: Noooo... Que no estemos de acuerdo con los demás, no significa que no podamos quererlos.                           

El ruido del tren que se acerca a la estación, no me deja seguir escuchando el diálogo. Pensé en no subir, pero me estaban esperando y se me hacía tarde. Una pena, porque si me hubiera quedado, seguramente hubiese aprendido más que leyendo a Nietzsche.

1 de mayo de 2012

Guía práctica para comprar un buen libro

Es viernes, es tarde y en la calle hace mucho frío. Estoy cansado y tengo hambre. (Y estoy desahuciado y tengo miedo, pero eso es algo normal en mí -ni hace falta que lo mencione-) Apuro el paso porque quiero llegar a casa lo antes posible. ¿Pero llegar, para qué?
Hago un repaso mental de lo que me espera: Pararme al lado de la estufa, bien. Comer algo, bien... 
Pero parece poco para un viernes a la noche, entonces no tardo mucho en descubrir que esa pequeña parte de mi futuro, será una cagada. Aflojo el paso, ya no quiero llegar a ninguna parte. 
Cruzando Acoyte veo la librería "Yenny", la vidriera está iluminada, parece que todavía no cerraron. ¿Un libro? ¡Si, un libro!
Apuro el paso otra vez -hay que ver con que poco me entusiasmo-. Llego a la puerta y la empujo… Un guardia con aspecto de patovica de jardín de infantes empuja la puerta en sentido contrario. El enano apoya la boca en el poco espacio que queda entre la puerta y el marco y dice: 

     - ¿Pibe, no ves que está cerrado? 
       (Si me decía "Señor" lo mandaba a la mierda)  
-  Pepepepero la puerta está abierta…
-  Si, pero está cerrado.
-  Pepepepero quiero comprar un libro…
-  Si, pero ya cerramos.

Dicen que tengo una mirada muy expresiva, demoledora, convincente. Cargué mis ojos con toda la emotividad posible y disparé:

      -  ¿No me dejás pasar?
      -  Dale, pero vas directo a la caja, está cerrado. 
         (¡Ay! Si confiara un poco más en mis poderes, sería capaz
         de conquistar naciones enteras con sólo mirarlas)

Voy casi corriendo hacia los estantes… Novelas, novelas… ¡¿Dónde están las novelas?!
Se apagan las luces del salón. (Esta debe ser gente “normal” y deben tener planes para el viernes a la noche, están apurados, no entienden que la felicidad en mi futuro inmediato depende de un libro)
En la penumbra alcanzo a distinguir un lomo de color rojo que se destaca del resto, podía ser un tratado de álgebra elemental o el Kamasutra. Ya no hay tiempo ni luz suficiente para leer el título, a la carrera me llevo el libro de lomo rojo a la caja y la cajera me lo saca de las manos.
Tac tac tac en el teclado de la caja… tac tac tac; tac tac tac; tac tac tac…

      -  ¡¿Jorge, acá ya cortaste el sistema?! 
          (Le grita la cajera a alguien que nunca ví)
      -  ¡Si, ya lo corté, decime el título que lo facturo acá!
      -  ¡"Váyanse todos a la mierda, dijo Clint Eastwood", 
          de Néstor Barron!

El amanecer del sábado me encontró sumergido en la lectura de una novela apasionante, y no paré de leer hasta que llegué al final, cerca del mediodía. 
Lo peor que tiene una buena historia, es que en algún momento se termina.




…“Alguien como yo”, dice ella. Que a los 20 años, además de un exterior invencible, tenía ya una deliciosa hipercerebración que le hacía escupir dos o tres ideas por minuto, todas ellas estructuradas desde una visión del mundo por completo original, que lo ponía todo patas para arriba dentro de un sombrero de bruja y allí lo agitaba produciendo nuevas criaturas calidoscópicas que, sin embargo y por estar hechas de materiales cotidianos, cualquier idiota e incluso un empleado podían reconocer. Y ante las que todos -empleados, genios, chamanes o funcionarios públicos- quedaban haciendo “blerwm blerwm” con los dedos tamborileando en los labios.
Dos años después, se recibía de abogada. Y las escenas que escribía para televisión, de haber llegado a manos del productor de alguna serie de Sony, le hubieran reportado millones. Leía a Nietzsche mientras miraba “South Park”. A los 23 años cantaba en un coro celta, bailaba salsa en un grupo cubano y empezaba a trabajar en el estudio de derecho tributario más importante de Sudamérica. Ahora a los 26, cuando la llamé por teléfono para que nos encontremos, me contó que pronto se recibirá de traductora de chino… “Alguien como yo”…

“¿Te acordás de aquella noche que esperábamos el colectivo en Córdoba y Rodríguez Peña, y de repente pasó un peruano que nos miró desencajado y nos dijo que los dos íbamos a acabar en el infierno? Al final no terminamos de arder nunca. Hubiera sido mejor. Mucho mejor…”

Y ni siquiera me liberó la muerte, vieja hija de puta. Está bien, hubiera sido mejor entonces, claro. Hubiera sido mejor cuando yo te escribía poemas y vos los leías en el colectivo, y querías reírte pero llorabas y por eso nunca podías leer la última línea. Cuando vos tenías 20 años y por eso yo también tenía 20 años, y nos quedábamos horas enteras hablando parados casi en la esquina de Rodríguez Peña, con mi mochila colgada en la ventana de esa casa abandonada a la que una noche, inexplicable y mágicamente como en un cuento inglés, vimos entrar de pronto a un cura.

En aquellos días yo era un Golem (1) tirado sobre una mesa de madera olvidada en la trastienda de la vida, con un cartel en la frente que decía “Met”, el muerto para siempre y nunca jamás, y llegaste vos y me dibujaste la letra que faltaba, y el cartel dijo “Emet”(2), verdad, vida que vuelve, libertad del renacimiento. Y el Golem se descascaró todo, y bajo el barro estaba yo sonriente y luminoso, porque un Cristo femenino y más judío que nunca me había tocado con su cabellera milagrosa y rubia.
Hubiera sido mejor seguir los secretos de la Cabala que tan fácil me resultó descifrar a mí, el viejo niño con un mapa a tu medida, y a vos, la pequeña princesa judía que quería aprender a construir una catedral, y sabía que yo sabía de memoria el manual de origami psicodélico.

Pero me equivoqué, princesita. Te convencí de que eras Juana de Arco, sólo para después pretender salvarte de la hoguera. Eché un balde de hielo a los maderos que ya ardían y salí corriendo hacia otras noches y otros días, salí corriendo como un ladrón llevándome toda la vida que me habías devuelto y regalado.
Desde entonces, cada vez que veo una hoguera me zambullo en ella para buscarte. Para decirte que sí, que hubiera sido mejor cumplir juntos la profecía del peruano desconocido, arder juntos en nuestro infierno tan amado, porque sólo allí hay vida, porque la paz es la muerte en otras palabras...

Néstor Barron


(1) Golem: En el folclore medieval y la mitología judía es un ser animado fabricado a partir de materia inanimada. Como Adán, el Golem es creado a partir del barro, insuflándole después una chispa divina que le da la vida.

(2) En muchas historias el Golem lleva grabadas palabras mágicas o religiosas que le dan vida y lo mantienen animado. Grabando los nombres de Dios en su frente, o bien la palabra 'Emet' ('verdad' en lengua hebrea). Al borrar la primera letra de 'Emet' para formar 'Met' ('muerte' en hebreo) el Golem podía ser destruido o desactivado, quedando solamente su cuerpo de barro inerte.