22 de abril de 2016

La chica más guapa de la ciudad

Siempre que leo esto, siento escalofríos…


 Cass estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decían que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entender a Cass.
Tenía la costumbre de ser buena y amable con los feos, los hombres guapos le repugnaban: “No tienen agallas -decía-. No tienen nervio. Confían siempre en sus orejitas perfectas y en sus narices torneadas… Todo fachada y nada por dentro…” Tenía un carácter cercano a la locura, un carácter que algunos calificarían como locura. 
Tenía también una cicatriz imborrable que le cruzaba la mejilla izquierda. Pero la cicatriz, en vez de disminuir su belleza, parecía por el contrario, realzarla.
Yo la conocí en el bar West End unas noches después de que la soltaran del convento. Al ser la más joven, fue la última hermana que soltaron. Sencillamente entró y se sentó a mi lado. Yo quizá sea el hombre más feo de la ciudad, y puede que eso tuviese algo que ver con el asunto.
– ¿Tomas algo?
– Claro. ¿Por qué no?

No creo que hubiese nada especial en nuestra conversación de esa noche, era sólo el sentimiento que Cass transmitía. Me había elegido y nada más. Ninguna presión. Le gustó la bebida y bebió mucho. No parecía tener edad suficiente para beber, pero de todos modos le sirvieron. Quizás hubiese falsificado el carnet de identidad, no sé. En fin, lo cierto es que cada vez que regresaba del lavabo y se sentaba a mi lado, yo sentía cierto orgullo. No sólo era la mujer más bella de la ciudad, sino también una de las más bellas que yo hubiese visto en mi vida. La tomé de la cintura y la besé una vez.
– ¿Crees que soy bonita? -preguntó.
– Sí, desde luego. Pero hay algo más… Algo más que tu apariencia…
– La gente anda siempre acusándome de ser bonita. ¿Crees de veras que soy bonita?
– Bonita no es la palabra, no te hace justicia.
Buscó en su bolso. Creí que buscaba un pañuelo. Sacó un alfiler de sombrero, un alfiler muy largo. Antes de que pudiese impedírselo, se atravesó la nariz con el alfiler de lado a lado, justo sobre los orificios. Sentí repugnancia y horror. Ella me miró y se echó a reír.
– ¿Crees ahora que soy bonita? ¿Qué piensas ahora, eh?
Saqué el alfiler y puse mi pañuelo sobre la herida.
Me besó, pero como riéndose un poco en medio del beso, y sin soltar el pañuelo de su nariz. Cuando cerraron nos fuimos a donde yo vivía. Tenía un poco de cerveza y nos sentamos a charlar. Fue entonces cuando supe que era una persona llena de bondad y cariño. Se entregaba sin saberlo. Y al mismo tiempo, retrocedía a zonas de descontrol e incoherencia. Esquizoide. Una esquizoide hermosa y espiritual. Quizás algún hombre, o algo, acabaría destruyéndola para siempre. Esperaba no ser yo.

Dejé la ciudad y estuve fuera seis meses, anduve vagabundeando, y luego regresé. No había olvidado a Cass ni un momento, pero habíamos tenido algo así como una discusión y además, yo tenía ganas de marcharme. Pensé que ya no la encontraría. Pero no llevaba sentado ni treinta minutos en el West End cuando ella llegó y se sentó a mi lado.
– Vaya, maldito, has vuelto.
Pedí un trago para ella. Luego la miré. Llevaba un vestido de cuello alto. Nunca la había visto así. Y debajo de cada ojo llevaba clavado un alfiler de cabeza de cristal. Sólo se podían ver las cabezas de los alfileres, pero los alfileres estaban clavados.
Se sacó lentamente los alfileres y los guardó en el bolso.
– ¿Por qué la gente cree que es todo lo que tengo? La belleza no es nada. La belleza no permanece. No sabes la suerte que tienes siendo feo, porque si le agradas a alguien sabes que es por otra cosa.
– Está bien -dije-, tengo mucha suerte.
– No quiero decir que seas feo. Sólo que la gente cree que lo eres. Tienes una cara fascinante.
Fuimos a casa y abrí una botella de vino y hablamos. A Cass y a mí, siempre nos era fácil hablar. Ella hablaba un rato y luego hablaba yo. Nuestra conversación fluía, fácil, sin tensión. Era como si descubriésemos secretos juntos. Cuando descubríamos uno bueno, Cass se reía con aquella risa, de aquella manera en que sólo ella podía reírse. Era como el gozo del fuego. Y durante la charla, nos besamos y nos arrimamos. Nos pusimos muy calientes y decidimos irnos a la cama. Fue entonces cuando Cass se quitó el vestido de cuello alto y la vi… Vi la mellada y horrible cicatriz que le cruzaba el cuello. Era grande y ancha.
– Maldita sea, condenada. ¿Qué has hecho? -dije desde la cama.
– Lo intenté con una botella rota una noche. ¿Ya no te gusto? ¿Soy bonita aún?
La arrastré a la cama y la besé. Me empujo y se echó a reír.
– Algunos me pagan diez dólares y luego, cuando me desvisto no quieren hacerlo. Yo me quedo con los diez. Es muy divertido.
– Sí -dije-, no puedo parar de reír… Cass, zorra, te amo… Deja de destruirte, eres la mujer con más vida que conozco.
Volvimos a besarnos. Cass lloraba en silencio. Sentí las lágrimas. Sentí aquel pelo largo y negro tendido debajo de mí como una bandera de muerte. Disfrutamos e hicimos un amor lento, sombrío y maravilloso.

Charles Bukowski - La chica más guapa de la ciudad (Fragmentos)

20 de abril de 2016

Misery is wasted on the miserable

El fin de semana pasado terminé de ver “Louie”. Quedé alucinado. 
Y enamorado del Dr. Bigelow…

“El miserable no sabe apreciar la miseria”



Dr. Bigelow: Así que, te arriesgaste a ser feliz, a pesar de que sabías que más adelante, estarías triste…
Louie: Sí.
Dr. Bigelow: Y ahora, estás triste…
Louie: Sí.
Dr. Bigelow: Entonces… ¿Cuál, cuál, cuál es el problema?
Louie: Estoy demasiado triste…
Mire, a mí… A mí me gustaba la sensación de estar enamorado de ella, me gustaba… Pero ahora se ha ido, y la extraño, y es una mierda. No pensé que iba a ser tan malo… Y me pregunto… ¿Para qué ser feliz, si después te vas a sentir así? No valía, no valía la pena…
Dr. Bigelow: Chico, el miserable no sabe apreciar la miseria…
Louie: ¿Qué?
Dr. Bigelow: Ya sabes… Yo no, yo no estoy muy seguro de cómo te llamas, pero eres un idiota “clásico”… ¿Crees que pasar el tiempo con ella besándola, divirtiéndote? ¿Crees que eso fue “todo”? ¿Qué “eso” es el amor?
Louie: Sí.
Dr. Bigelow: “Esto” es el amor, la has perdido, porque se ha ido. Te quieres morir… Tienes… Mucha suerte… Eres como un poema ambulante. ¿Preferirías tener una fantasía? ¿Una especie de, de, de viaje a Disney? ¿Es eso lo que quieres?
¿No lo ves? Esta es la parte buena. Es lo que buscaste todo el tiempo. Ahora finalmente lo tienes en tu mano, la dulce pepita del amor… Dulce, triste amor… Y lo quieres tirar a la basura… Lo has entendido TODO mal…
Louie: Pensaba que esta era la parte mala…
Dr. Bigelow: ¡No! La parte mala es cuando la olvidas… Cuando ya no te importa. ¡Cuándo ya no te importa nada! La parte mala vendrá, así que disfruta el dolor mientras puedas. ¡Por el amor de Dios!
Recoge… Recoge, recoge la mierda del perro. ¿Serías tan amable?...
Dichoso hijo de puta… No me han roto el corazón desde que Marilyn me dejó cuando tenía… 35 años… Cómo me gustaría, sentir eso, otra vez…
Ya sabes… No estoy muy seguro de cómo te llamas, pero puede que seas la persona soltera más aburrida, que he conocido jamás.
No te ofendas. Dame el perro. Vamos.
Tienes, tienes que…
No te hundas… 

1 de abril de 2016

Wake up

Necesito despertar…


Despiértate
Despiértate
No quieres seguir durmiendo
Ha caído la noche y todas las estrellas están saliendo
El cielo es como una canción de cuna
Mi dulce y pequeña luz
Descúbrete
Descúbrete
Aquí no somos desconocidos
No hay más mentiras si esperamos que salga el sol
Es como ese hueco de oro
Mi dulce y pequeña luz

Sarah Slean - Wake up