Un cuentito de Dal Masetto…
¿Por qué será que a veces nos cuesta tanto entender las
cosas que nos dicen? ¿Será por amor o por estupidez?
Va por todas las Marías Jimenas que pasaron por mi vida… Ahora
que lo pienso, creo que fueron demasiadas… Prometo lavarme las orejas más
seguido.
Cuando hace unos meses el amigo Darío conoce a María Jimena
y le sugiere que vivan juntos, ella pone cara de tristeza y dice:
-Mirá que yo soy mala.
Darío no hace caso de la advertencia e insiste con la
propuesta. Finalmente María Jimena se muda a su departamento y durante unas
semanas la vida parece sonreírles. Hasta que María Jimena desaparece un par de
días. Cuando ella regresa llora mucho y no para de decir:
-Soy mala.
A partir de ahí las desapariciones de María Jimena se
repiten con cierta periodicidad. Vuelve, llora y se acusa:
-Soy mala…
Darío es un hombre enamorado y cuando se permite algún
reproche lo desliza con delicadeza, tratando de no herir a María Jimena. Pero
sufre, es obvio.
Después se entera que el candidato que le roba a María
Jimena nunca es el mismo, siempre se trata de un hombre diferente. Darío no
sabe si este detalle debería producirle alivio o hacerlo sentir todavía más
desgraciado.
Para colmo descubre que María Jimena le sustrajo algunos
cheques y le falsificó la firma. También le ha estado usando la tarjeta para
extraer dinero de dos cajas de ahorro. Las extracciones coinciden con las
fechas de sus fugas. Cada vez que María Jimena regresa compungida y Darío le
hace una pequeña escena de celos y le pregunta por qué actúa de esa manera,
ella siempre contesta lo mismo: que no puede evitarlo, que está en su
naturaleza, que es una mala persona.
Acá es donde Darío me llama, tomamos un café y me pone al
tanto de los pormenores.
-Ella insiste en que es mala, pero yo estoy seguro que es
más buena que el pan, quiero saber tu opinión. Me dice.
-Es posible que ella sea buena y actúe como mala, porque no
sabe que es buena. Le digo.
-¿Y cómo hay que hacer para que se entere? Pregunta Darío.
-Ese es el problema. Pensemos juntos.
El que piensa es él.
-Creo que ya lo tengo. Dice.
Me explica. A partir de ahora nada de escenas de celos, nada
de investigaciones, nada de exigencias y mucho menos de acusaciones. Pondré la
cuenta corriente, las cajas de ahorro e incluso los plazos fijos a nombre de
ambos. Será una forma de obligar a María Jimena a enfrentarse solita y sola con
las consecuencias de sus actos, de que se haga cargo de sí misma y por ese camino,
al fin, se entere de quien es y descubra su verdadera esencia. Por lo tanto,
absoluta libertad de acción y en consecuencia también absoluta responsabilidad
para María Jimena.
Darío pone en práctica su plan. Cuando María Jimena se
entera pregunta:
-¿Por qué hiciste eso?
Entonces Darío, mirándola a los ojos con firmeza, le expone
prolijamente la teoría de la mujer buena que se cree mala. La jugada causa su
impacto y en los días siguientes María Jimena se pasea como sonámbula por el
departamento repitiendo una y otra vez:
-Soy buena, soy buena, soy buena…
Al parecer está encantada con la flamante personalidad que
se le acaba de revelar. La situación sigue así hasta que María Jimena se esfuma
una vez más. Darío comprueba que ella se llevó todo el dinero de la cuenta
corriente, de las cajas de ahorro y de los plazos fijos. Durante un tiempo él
espera que, esté donde esté, la verdadera naturaleza de María Jimena se imponga
sobre su falsa maldad, y ella regrese y se arroje en sus brazos.
Después de un tiempo me enteré que Darío recibió una postal
desde Río de Janeiro. La postal era una toma nocturna de la bahía, con el
Cristo Redentor iluminado al fondo. En la postal María Jimena sólo escribió:
“Soy una chica mala, muy mala”.
Naturaleza - El padre y otras historias - Antonio Dal Masetto