La definición de “vulnerable” que
aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, es: que puede
ser herido o recibir lesión, física o moral.
Más coloquialmente, estaríamos diciendo que si nos mostramos
vulnerables, podríamos resultar heridos o salir dañados.
Y esta posibilidad genera mucho miedo, en algunos
casos, pánico.
La parte física es la que más fácil nos
resulta de identificar. Es previsible o cabe dentro de lo que es posible,
que suframos una lesión si nos colocamos en situaciones de riesgo en
las que podríamos resultar heridos, como por ejemplo, transitar a pie
voluntariamente de noche por un callejón oscuro en una ciudad peligrosa, o,
tirarse por el torrente de un río sin ninguna protección, etc.
Pero el terreno al que me interesa referirme es,
precisamente, aquel que no se ve, aquel que es más difícil de
identificar ya que no muestra señales externas evidentes.
Hablo del corazón, y por lo tanto de los sentimientos.
Mostrarse vulnerable en este campo equivaldría a descubrir
ante el otro lo que se siente, es decir, exponerse. De esa forma,
le dejo saber que soy susceptible de ser herido, que si sufro un rechazo de su
parte, éste va a resultar doloroso para mí.
Y nadie desea que esto le suceda.
Pero desafortunada, o, afortunadamente, nadie puede
escapar al sufrimiento.
Estoy hablando de personas corrientes, no de los
casos de los psicópatas. Éstos son incapaces de sentir, tanto las alegrías como
las tristezas.
Para una gran mayoría de los mortales, existe la creencia
extendida de que si no se muestran los sentimientos se será más
fuerte y se estará protegido.
Y me pregunto: ¿más fuerte que quién? y ¿protegido de
qué?
Obviamente más fuerte que el que “parece” más
vulnerable. Y pongo la palabra entre comillas ya que parecer vulnerable no
es sinónimo de que se sea. En el fondo las personas que comulgan con esta
idea, desprecian, a la vez que envidian en su interior, al que
muestra lo que siente.
Paradójicamente, si muestro mi propia vulnerabilidad, cierto
es que me expongo a ser herido, pero al mismo tiempo, en esa
vulnerabilidad se haya mi fortaleza.
Fortaleza que se alimenta del hecho de haber
perdido el miedo a sufrir.
Es sorprendente comprobar todo lo que llegamos a
inventarnos los seres humanos para evitar el sufrimiento. ¡Como si
eso fuera posible!
En mayor o en menor medida, el hecho de estar vivos
incluye una dosis de sufrimiento.
Bien sea por una pérdida, un accidente, una enfermedad,
un desamor... siempre aparece una fuente de dolor en la
existencia. Ampararse en una concha de dureza para evitar
ser vulnerable y sentir dolor es una mentira. No existe nadie
invulnerable.
Quizás lo que habría que preguntarse es ¿de dónde
proviene ese miedo?
Y la respuesta, me atrevo a afirmar, es que el miedo se
originó probablemente como consecuencia de una primera rotura del corazón en el
pasado.
No me refiero a una causada por un desamor. Generalmente
proviene de una herida más antigua, quizás un padre o una madre,
o, un familiar, que, probablemente de manera inconciente, nos rompió el
corazón. Es lógico que se cree un resorte
automático llamado protección ante cualquier posibilidad de
volver a vivir y a experimentar el daño que se sufrió en el pasado.
De ésta manera solemos blindarnos. Es habitual que
se hiperdesarrolle la razón, ésta no produce dolor si
la maltratan.
Pero si persistimos en seguir protegidos con
este blindaje, corremos el peligro de perdernos la experiencia de amar y
ser amados. Puede sonar un poco cursi, pero, ¿tiene sentido
vivir sin amar? Yo creo que no.
Al final lo único que nos llevaremos a la tumba serán
los momentos en que hemos compartido cualquier tipo de amor con otro: llámese
pareja, amigo, colega, hermano.
El camino para aislar el momento en
nuestra vida en que nos rompieron el corazón por primera
vez, nos llevará a sanar la herida.
No suele ser un camino corto ni agradable, pero sí tremendamente liberador.
Podremos comprender que ya no necesitamos seguir
protegiéndonos.
Sí, en la vida sufriremos arañazos que nos dejarán
heridos, pero en la medida en que podamos ir dejando la protección, iremos teniendo
una piel más gruesa.
En otras palabras, exponiendo nuestro corazón seremos más
vulnerables, sí, pero así mismo, nos haremos cada vez más fuertes. Paradójico,
¿cierto?
Nuestra capacidad de recuperación nos sorprenderá,
ya que, ésta será cada vez más rápida. Siempre, quien es más vulnerable,
es la persona más fuerte.
Por esa razón ponía más arriba la palabra entre comillas. Aparentemente se
es más frágil, pero no nos equivoquemos, esta fragilidad es sólo
una apariencia.