23 de febrero de 2013
17 de febrero de 2013
Leonard Cohen
Me gustaría leer
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar.
Lo mismo me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a última hora de la tarde.
Dónde están los poemas
que me alejaron
de todo lo que amaba,
para llegar a donde estoy,
desnudo y con la idea de encontrarte.
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar.
Lo mismo me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a última hora de la tarde.
Dónde están los poemas
que me alejaron
de todo lo que amaba,
para llegar a donde estoy,
desnudo y con la idea de encontrarte.
Leonard Cohen
11 de febrero de 2013
Elena sabe
El taxista le habla, ella lo ignora, respira profundo por la
nariz para no ahogarse. Ella sorbe otra vez, aprieta la caja de cartón para que el jugo
suba, y aunque la pastilla no logra bajar empieza a disolverse de tanto líquido.
Si pudiera apenas inclinar la cabeza hacia atrás lo lograría, pero no puede,
ella no, a su cuerpo no le está permitido ese pequeño sacudón que cualquiera
hace para tragar una aspirina, entonces se inclina de costado en el asiento, se
desliza para que la pastilla logre pasar esa curva que no pasa, y esta vez lo
consigue, ahora si, la pastilla le raspa la garganta y desaparece, pero ella,
relajada, cae sobre su propio brazo que todavía sostiene el cartón de jugo,
intenta enderezarlo para que no se derrame, queda recostada de lado. Espera.
El taxista enciende la radio y eso le da esperanza, cree que
la radio lo mantendrá callado, pero se equivoca, porque el locutor habla de las
mismas cosas que el taxista, como si lo conociera. Despotrica aún con más ahínco,
enojado, actúa su enojo para que no queden dudas, es así nomás, apoya el
taxista y la busca por el espejo. ¿Se le cayó algo señora? Me caí yo, contesta
Elena. ¿Está bien? Muy bien, muy bien, le dice ella desde su posición. ¿Necesita
ayuda? No, no, ya tomé la medicación. ¿Quiere que pare? No, quiero que siga. ¿No
estará por lanzar, no? ¿Lanzar qué? Vomitar señora. Pero no hombre, estoy
enferma nada más. ¿Qué enfermedad tiene? Parkinson, dice Elena. Ah, Parkinson,
repite él, a mí una vez me dijeron que a lo mejor tenía pero no, era por la
bebida, el tembleque que tenía era por la bebida, a mí me gusta la bebida…
…Y Elena piensa que ella no sabe si le gusta, pero que nunca
toma. Piensa en el vino que no bebe, mientras mira una araña que camina de una
costura del techo a la otra. Debería haberse emborrachado alguna vez en la
vida, y aprendido a manejar, y a usar bikini, piensa. Un amante, también tendría
que haber tenido un amante, porque el único sexo que conoció es el que tuvo con
Antonio, y eso era un orgullo, haber sido de un solo hombre. Pero hoy, vieja y
doblada, caída sobre su brazo, sabe que nunca más habrá sexo para ella. Elena no
siente orgullo, siente otra cosa, tampoco pena, ni bronca, siente un
sentimiento que no sabe que nombre tiene, eso que uno siente cuando se descubre
tonto. Haber guardado la virginidad para quién, haber sido fiel por qué,
haberse mantenido casta después de viuda con qué motivo, con qué esperanza,
creyendo qué. Ni virginidad, ni fidelidad, ni castidad, significan para ella
hoy lo mismo tirada en el asiento de ese taxi. Ni sexo. Se pregunta si podría
tener sexo con alguien si quisiera. Se pregunta por qué no quiere, si por el
Parkinson, por la viudez, o por la edad. O por la falta de costumbre después de
tanto tiempo sin siquiera pensar en eso. Se pregunta si una mujer con Parkinson
que quisiera tener sexo podría. Se ríe imaginándose en la próxima consulta, haciéndole
la pregunta al doctor Benegas…
…En la radio empiezan a pasar un bolero y el taxista lo
tararea. Bésame mucho, dice el cantante, y el taxista le contesta, como si
fuera esta noche la última vez.
Elena sabe - Claudia Piñeiro
6 de febrero de 2013
Blue parade
"Espera un momento, ya voy
No dejes que nadie entre
Espera un momento, estoy listo
Cierra tus puertas y espérame"
Blue parade
I hear them coming
The blue parade
They're throwing snowflakes, and
Singing my name
In deep blue voices
I hear them say
There's good love out there
Just you wait
You wait
You wait
He don't read stars now cause he's getting old
So busy neutralizing
So much it leaves me cold and
How could you lie
How could you leave?
And take of my body, my hands,
My deep blue dreams
Hold on, I'm coming
Don't let anybody in
Hold on, I'm ready
Lock your doors and wait for me
Now leaves are falling
From the mercy tree
The blue surrounds me
So I can get some sleep, and
Katie calls, and she'll say
There's good love out there
Just you wait
You wait
You wait
Oh, hold on, I'm coming
Don't let anybody in
Oh, hold on, I'm ready
Lock your doors and wait for me
Sarah Slean
Le Zèbre, Paris - 26 de Enero de 2013
3 de febrero de 2013
Pabellón de reposo
Hace rato que estoy eligiendo libros al azar. Antes, hace
algún tiempo, me dejaba llevar por las reseñas, los comentarios y las
recomendaciones. Pero había algo en ese mecanismo que no funcionaba del todo
bien. Casi nunca acertaba en comprar un libro que realmente me gustara.
Ahora se me dio por la compra compulsiva de ejemplares, de
los que no tengo ninguna referencia, de los que no he leído ni siquiera la
contratapa. (A veces el autor define le compra -si es que lo conozco- pero no
siempre). Todo esto comenzó con mi “Guía práctica para comprar un buen libro”
Y la verdad es que hasta el momento, llevo un 100% de efectividad.
Todo lo que he comprado de esa forma me ha gustado mucho. Estoy pensando
seriamente en aplicar la misma fórmula, en otros aspectos de mi vida. (Ya se
pueden imaginar en cuales…)
Terminé de leer “Pabellón de reposo” durante las vacaciones.
Una pequeña reseña del libro: Aquí. (Este lo compré por el autor, claro).
Camilo José Cela
…Las muchachas que no se pintan son cortas de carácter y
sufren en silencio, yo sé bien que de no ser esto así la señorita del 37 ya se
habría insinuado, ya se hubiera dejado caer sobre el ánimo enamoradizo de
nuestro amigo del 14. Bien segura estoy.
En cambio, al 52 lo detesta, estoy convencida que sería
capaz de dejarse matar, antes de permitir que pudiera darle un solo beso. Yo no
me explico la complicación que ven los hombres, en nuestros sentimientos y en
nuestro corazón. Cuando, en la mayoría de los casos, somos nítidas y
transparentes como el agua.
Los hombres y las mujeres no nos entendemos, nos queremos. A
veces hasta con apasionamiento, con furia. Y somos capaces de dejarnos matar
por un amor, de quitarnos la vida por una desilusión, pero jamás llegaremos a
comprender a la persona por la que nos sacrificamos. Ni ella llegará tampoco a
comprendernos a nosotros. Somos muy diferentes. A un hombre y a una mujer los
une un beso, o tan sólo una mirada, pero no una conversación. No puede hablarse
con un hombre a quien desearíamos besar, con un hombre con quien quisiéramos
fundirnos en un abrazo y decirle:
-¡No, no te separes jamás de mí, apriétame contra tu pecho,
prefiero la muerte a tener que levantar mi cabeza de tu hombro un solo
instante!...
Camilo José Cela - Pabellón de reposo
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