(Domingo 6 de Mayo, 11:15 am, línea A de subterráneos, estación Río de Janeiro, dirección al centro). Bajo por la escalera y cerca de un banco, veo a dos borrachos sentados en al piso -casi desparramados- contra una de las paredes del andén. Dos morochos de unos treinta años, a uno le falta un zapato, el otro tiene el cinturón del pantalón colgado del cuello, como si fuera una bufanda. Cada uno abraza un bolso azul, como si en eso se le fuera la vida, con la misma desesperación con que se agarra un salvavidas. Hablan a los gritos, prolongando el sonido de cada consonante, como lo hacen todos los borrachos. (Y estos están muy borrachos). No tuve más remedio que oír:
Borracho 1: ¿Por qué siempre me encuentro con gente que piensa distinto que yo?
Borracho 2: Porque todos tenemos distintas personalidades.
Borracho 1: Entonces la vida es una mierda, estamos destinados a pelearnos.
Borracho 2: Noooo... Que no estemos de acuerdo con los demás, no significa que no podamos quererlos.
El ruido del tren que se acerca a la estación, no me deja seguir escuchando el diálogo. Pensé en no subir, pero me estaban esperando y se me hacía tarde. Una pena, porque si me hubiera quedado, seguramente hubiese aprendido más que leyendo a Nietzsche.
Qué maravilla. De esos, en mi barrio no hay.O tendré que prestar más atención...
ResponderEliminarHola...permiso!
ResponderEliminarMuy buena la filosofía subterránea! A escuchar más.
jajajaja, muy bueno
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