"Me dijo que hay cosas que deben creerse, no
entenderse.
Intentar entenderlas es peor que matarlas"
Abelardo Castillo
…No hay nada que entender,
ella misma me lo dijo la última tarde. Hay que creer. Yo tenía que creer simplemente
lo que estaba ocurriendo, tomarlo con naturalidad: vivirlo. Como si se me
hubiese concedido, o se nos hubiera concedido a los dos, un favor especial. Ese
día fue una dádiva, y fue real, y lo real no precisa explicación alguna…
…Ella habría dicho que la
prueba de que existe es que es hermoso. Todo lo demás son palabras…
…La vida real puede ser así,
tiene que ser así, y el que no se da cuenta a tiempo es un triste hijo de puta…
…Dijo que sí, que íbamos a ir
adonde yo quisiera, pero que debía decirme algo. Había pensado no hacerlo, le
estaba permitido no hacerlo, pero ahora sentía que era necesario, cualquier
otra cosa sería una deslealtad. No te olvides que ésta soy yo, me dijo, no te
olvides que me llamaste y que vine, que estoy acá con vos y que vamos a estar
juntos muchas horas todavía. Pensé que se trataba de otro hombre, pensé que era
capaz de matarla. Pero no pude hablar porque me puso la mano sobre los labios.
Se reía y le brillaban mucho los ojos, y era como verla a través de la lluvia.
Me dijo que a veces yo era muy estúpido, me dijo que sabía lo que yo estaba
pensando, era muy fácil saberlo, porque los celos les ponen la cara verde a los
estúpidos. Me dijo que hay cosas que deben creerse, no entenderse. Intentar
entenderlas es peor que matarlas. Me habló del resplandor efímero de la belleza
y de su verdad. Me dijo que la perdonara por lo que iba a hacer, y me clavó las
uñas en el hueso de la mano hasta dejarme cuatro nítidas rayas de sangre,
volvió a decir que era ella, que por eso podía causar dolor y también sentirlo,
que era real, y me dijo que estaba muerta y que si en algún momento del largo
atardecer que todavía nos quedaba, si en algún minuto de la noche yo llegaba a
sentir que esto era triste, y no, como debía serlo, muy hermoso, habríamos
perdido para siempre algo que se nos había otorgado, habríamos vuelto a perder
nuestro día perdido, nuestra pequeña flor para cortar…
Abelardo Castillo
– Carpe Diem – (Fragmentos)