7 de julio de 2013

El miedo a la vulnerabilidad

La definición de “vulnerable” que aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, es: que puede ser herido o recibir lesión, física o moral.
Más coloquialmente, estaríamos diciendo que si nos mostramos vulnerables, podríamos resultar heridos o salir dañados.
Y esta posibilidad genera mucho miedo, en algunos casos, pánico.
La parte física es la que más fácil nos resulta de identificar. Es previsible o cabe dentro de lo que es posible, que suframos una lesión si nos colocamos en situaciones de riesgo en las que podríamos resultar heridos, como por ejemplo, transitar a pie voluntariamente de noche por un callejón oscuro en una ciudad peligrosa, o, tirarse por el torrente de un río sin ninguna protección, etc.
Pero el terreno al que me interesa referirme es, precisamente, aquel que no se ve, aquel que es más difícil de identificar ya que no muestra señales externas evidentes.
Hablo del corazón, y por lo tanto de los sentimientos.
Mostrarse vulnerable en este campo equivaldría a descubrir ante el otro lo que se siente, es decir, exponerse. De esa forma, le dejo saber que soy susceptible de ser herido, que si sufro un rechazo de su parte, éste va a resultar doloroso para mí.
Y nadie desea que esto le suceda.
Pero desafortunada, o, afortunadamente, nadie puede escapar al sufrimiento.
Estoy hablando de personas corrientes, no de los casos de los psicópatas. Éstos son incapaces de sentir, tanto las alegrías como las tristezas.
Para una gran mayoría de los mortales, existe la creencia extendida de que si no se muestran los sentimientos se será más fuerte y se estará protegido.
Y me pregunto: ¿más fuerte que quién? y ¿protegido de qué?
Obviamente más fuerte que el que “parece” más vulnerable. Y pongo la palabra entre comillas ya que parecer vulnerable no es sinónimo de que se sea. En el fondo las personas que comulgan con esta idea, desprecian, a la vez que envidian en su interior, al que muestra lo que siente.
Paradójicamente, si muestro mi propia vulnerabilidad, cierto es que me expongo a ser herido, pero al mismo tiempo, en esa vulnerabilidad se haya mi fortaleza.
Fortaleza que se alimenta del hecho de haber perdido el miedo a sufrir.
Es sorprendente comprobar todo lo que llegamos a inventarnos los seres humanos para evitar el sufrimiento. ¡Como si eso fuera posible!
En mayor o en menor medida, el hecho de estar vivos incluye una dosis de sufrimiento.
Bien sea por una pérdida, un accidente, una enfermedad, un desamor... siempre aparece una fuente de dolor en la existencia. Ampararse en una concha de dureza para evitar ser vulnerable y sentir dolor es una mentira. No existe nadie invulnerable.
Quizás lo que habría que preguntarse es ¿de dónde proviene ese miedo?
Y la respuesta, me atrevo a afirmar, es que el miedo se originó probablemente como consecuencia de una primera rotura del corazón en el pasado.
No me refiero a una causada por un desamor. Generalmente proviene de una herida más antigua, quizás un padre o una madre, o, un familiar, que, probablemente de manera inconciente, nos rompió el corazón. Es lógico que se cree un resorte automático llamado protección ante cualquier posibilidad de volver a vivir y a experimentar el daño que se sufrió en el pasado. 
De ésta manera solemos blindarnos. Es habitual que se hiperdesarrolle la razón, ésta no produce dolor si la maltratan. 
Pero si persistimos en seguir protegidos con este blindaje, corremos el peligro de perdernos la experiencia de amar y ser amados. Puede sonar un poco cursi, pero, ¿tiene sentido vivir sin amar? Yo creo que no.
Al final lo único que nos llevaremos a la tumba serán los momentos en que hemos compartido cualquier tipo de amor con otro: llámese pareja, amigo, colega, hermano.
El camino para aislar el momento en nuestra vida en que nos rompieron el corazón por primera vez, nos llevará a sanar la herida.
No suele ser un camino corto ni agradable, pero sí tremendamente liberador.
Podremos comprender que ya no necesitamos seguir protegiéndonos.
Sí, en la vida sufriremos arañazos que nos dejarán heridos, pero en la medida en que podamos ir dejando la protección, iremos teniendo una piel más gruesa.
En otras palabras, exponiendo nuestro corazón seremos más vulnerables, sí, pero así mismo, nos haremos cada vez más fuertes. Paradójico, ¿cierto?
Nuestra capacidad de recuperación nos sorprenderá, ya que, ésta será cada vez más rápida. Siempre, quien es más vulnerable, es la persona más fuerte.
Por esa razón ponía más arriba la palabra entre comillas. Aparentemente se es más frágil, pero no nos equivoquemos, esta fragilidad es sólo una apariencia.

3 comentarios:

  1. talcualmente. TODO.
    esas corazas son dificiles de destruir , pero creo que se puede.
    Al fin y al cabo el mundo solo se cambia con amor.

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    1. Ya lo dijo John... All you need is love la lará la lá... :p

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