27 de julio de 2012

El ogro y la bruja

Conozco esta canción desde hace tiempo y me gusta mucho, la semana pasada vi este video y la verdad es que me encantó. Y aunque está hecho en Paint y el propio autor dice que es malísimo, creo que logró captar con mucha ternura el espíritu de la canción… (Se aceptan críticas, insultos, y comentarios sobre mi inmadurez mental :P)


Ella era, una bruja fatal
su hermosura y su soledad
Caminaba en la niebla sin ver
que un ogro muy triste la seguía
Este amigo tarareaba una canción
y la bruja ocultaba su emoción

En los cuentos de hadas
las brujas son malas
y en los cuentos de brujas
las hadas son feas"
Así decía la canción
que el ogro cantaba

En el bosque, un día de sol
se encontraron frente a frente los dos
Le clavó su mirada la bruja malvada
para ver si podía con su magia ahuyentarlo
pero el ogro sonriendo y cantando
el hechizo rompió
la tomó de la mano, las lechuzas callaron
se miraron un rato largo
y la bruja y el ogro se amaron bajo el sol

En los cuentos de hadas
las brujas son malas
y en los cuentos de brujas
las hadas son feas"
Así decía la canción
que el ogro cantaba

No hay mejor brujería que el amor

Rubén Goldín


23 de julio de 2012

Muy lejos

Mintiendo puedes llegar muy lejos…
Muy lejos de las personas que te quieren
Muy lejos de tu corazón
Muy lejos de la realidad

16 de julio de 2012

El hombre de los ojos hermosos


Cuando éramos niños, había una casa extraña. Siempre tenía las persianas echadas y nunca oíamos voces dentro.
El jardín estaba lleno de bambú. Nos gustaba jugar en el bambú. Jugábamos a ser Tarzán, aunque no había ninguna Jane.
Y había un estanque muy grande con los peces de colores más enormes que haya visto. Y estaban domesticados. Venían a la superficie del agua y comían trozos de pan de nuestra mano.
Nuestros padres nos habían dicho: "Jamás se acerquen a esa casa". Así que, claro está, íbamos… Y nos preguntábamos si alguien vivía allí…
Pasaron semanas sin que viéramos a nadie. Y un día oímos una voz desde la casa: “¡Maldita puta!" Era la voz de un hombre.
Entonces se abrió la puerta mosquitera de la casa y el hombre salió. Llevaba en la mano una botella de Whisky. Tenía unos treinta años. Llevaba un puro en su boca. Iba sin afeitar. Su pelo estaba revuelto y despeinado e iba descalzo, en camiseta y calzoncillos. Pero le brillaban los ojos, llameaban de luminosidad, y dijo: "Hola caballeritos, lo están pasando bien, espero." Luego soltó una risita y volvió a entrar en la casa.
Nos fuimos, volvimos al jardín de mis padres y pensamos en ello. Decidimos que nuestros padres no querían que fuésemos allí porque no querían que viésemos jamás un hombre así. Un hombre fuerte y natural, con ojos hermosos. A nuestros padres les daba vergüenza no ser como ese hombre, por eso no querían que nos acercásemos.
Pero volvimos a la casa, con el bambú y los peces domesticados. Fuimos muchas veces durante muchas semanas pero nunca volvimos a ver u oír al hombre. Las persianas estaban echadas, como siempre y todo estaba en silencio.
Entonces, un día al volver del colegio, vimos la casa.
Había ardido. No quedaba nada, sólo los cimientos humeantes, negros y retorcidos. Nos acercamos al estanque y no quedaba agua en el, y los grandes peces naranjas estaban allí muertos, secándose.
Volvimos al jardín de mis padres y hablamos de ello. Y decidimos que nuestros padres habían quemado la casa. Los habían matado. Habían matado los peces porque eran demasiado hermosos. Hasta el bosque de bambú había ardido. Habían tenido miedo del hombre de los ojos hermosos.
Y entonces tuvimos miedo de que durante nuestras vidas sucedieran cosas así. De que nadie querría que otra persona fuese fuerte y hermosa de esa forma, de que los demás no lo permitirían, y de que muchas personas tendrían que morir.

Charles Bukowski

13 de julio de 2012

Ayudame a mirar

La función del arte

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Y cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
- ¡Ayudame a mirar!

Eduardo Galeano - El libro de los abrazos


Play:  

7 de julio de 2012

Cualquier tren a ningún lado


Tengo una luna muerta en el bolsillo
una rana de acero en el llavero
la foto canalla en la medalla
y el autógrafo de los poetas muertos


Mi relación con el mundo es muy extraña
me resisto a perder lo que imagino
doy cansancio a los que no descansan
y alivio al que pide desatinos


Tengo la cruz del sur en una uña
para recordar que todo lo que crece muere
es tan obvia la cita con la parca
como imposible el amor con mil mujeres


Pensaba escribirte en los cristales
de todas las carteleras de los cines
y me quedé penando en el espejo
en este baño de leyendas con orines


Detesto a los payasos y a los mimos
cuando se burlan del sueño milenario
la alegría y el gesto son ficciones
para huir del terror al calendario


Todo debo agradecerte vida viva
me diste un tercer ojo hecho de clavos
ya amanece está sonando la campana
y me tomo cualquier tren a ningún lado



Letra: Adrián Abonizio / Música: Sergio Sainz



Play versión en estudio 


6 de julio de 2012

No consumo culpas

El sentimiento de culpa es una trampa de la mente. Uno es culpable o no lo es.
Si sientes culpa por algo que no hiciste, es que alguien está ejerciendo su poder para mortificarte. Generar culpa es una de las manipulaciones más sutiles. Si a uno le dicen que es malo, termina por creerlo y al final lo es.
Escucha a los que te quieren y no a quienes te necesitan. Aléjate de los que dicen que no eres normal. Y cuando digan que estás loco, contéstales que lo que buscas, es que te traten bien.
Confía solamente en aquellos que te darían un abrazo. Al resto mantenlos alejados en hechos y en palabras. Y aunque se reduzca el número de personas que dicen quererte, los que queden, serán suficientes.

Hugo Finkelstein